Wednesday, October 06, 2010

De provocaciones y noches extasiadas...


Hay un instante previo a que caigan las primeras gotas de una copiosa lluvia, en donde surge un aroma peculiar de la tierra, el ambiente parece estar como ausente de aire, un amigo de esos que tiran frases celebres todo el tiempo, solía decir que ese instante era la angustia misma, la angustia hecha carne. Hoy la ventana de mi habitación me devuelve un cielo gris, el aroma a lluvia, pronta a venir, empieza a invadir el ambiente, y yo solo pienso en la charla que tuve con Ella noches atrás, “sos un provocador, solo te interesa provocar a la gente”, me lanzo mientras buscaba una media que parecía jugar a las escondidas.

La media nunca apareció, Ella suele perder las cosas más absurdas, recuerdo una noche que perdió el auto en Palermo, una tarde perdió todos sus apuntes al ponerse a correr con un perro, el DNI ni hablar, va por sextuplicado, nunca la vi preocuparse por sus perdidas, vive perdiendo cosas, mi memoria es juguetona suele decir, tratando de justificarse de alguna manera.

Del álbum de mis roces, Ella sin dudas fue la figurita más difícil, dije una noche, y lo sigo sosteniendo. Yo salía de una relación, medio rengo, medio embroncado, Ella odiaba las relaciones. Nos cruzamos una noche en un bar perdido de San Telmo, que por esas épocas era la fija los martes, me acuerdo que lo primero que me llamo la atención fue su mirada, bueno en realidad lo segundo, lo primero sin dudas era ese tatuaje que nacía en su omóplato, descendía por su espalda, daba un giro inesperado y aparecía sobre el frente de su cintura. Me fui acercando a su ubicación con el pasar de la noche, el desfile de hombres que se le acercaban era tan importante como el de excusas para evitar entrar en un dialogo. Esa noche no le dije nada, pero cruzamos miradas varias veces, ambos lo admitimos con el tiempo.

Esa misma semana, me cruce su mirada de nuevo, recuerdo que un amigo me invito a una fiesta, no recuerdo el Dj, era viernes y se asomaba una tormenta desde el río. Eran tiempos donde el extasis reinaba la noche, uno se cansaba de pisar botellitas de agua, yo empezaba a disfrutar del fernet y el cordobés de la barra casi me abrazaba cada vez que le pedía uno. Cuando la noche empezaba a darle la bienvenida a los primeros rayos de sol, mi amigo me señalo lo que durante años fue la imagen que se me aparecía cuando alguien pronunciaba la palabra sensualidad, a unos 20 metros de nosotros un grupo de chicas saltaba sobre unos sillones, mientras una bailaba sobre la mesa, claramente Ella era la que estaba sobre la mesa, bailando una danza consigo misma, victima de un cóctel extraño que la hacia sentirse tan deshidratada que no solo bebía el agua sino que la arrojaba sobre su tallado cuerpo, como si esa parte de la pista del boliche fuera una ducha publica típica de playa brasilera.

Ambos tenemos versiones distintas de cómo siguió esa noche, coincidimos en que cruzamos miradas, ambos sonreímos y después salimos del boliche juntos. No nos ponemos de acuerdo en el orden de las cosas, quien sonrió primero, quien hablo primero, que dijo, y esos detalles. Al salir fuimos a buscar el auto de mi amigo, en el cual el baúl oficiaba de vestidor, se salía de martes a domingo y había que estar preparado, recuerdo que ella agarro una campera mía, se la puso y dejo caer su vestido mojado sobre sus pies, acto seguido nos fuimos a desayunar.

Dale nene, conmigo no jodas, si hasta algunas amistades tuyas son en realidad la búsqueda de provocar a otros amigos”, nadie me entendió mejor que Ella, nadie juega mejor el juego de provocar que Ella, nadie sabe donde golpearme mejor que Ella. “Antes tus provocaciones me hacían pensar, porque pensaba que ese era el fin, pero ahora solo sé que te gusta provocar a la gente” y sonreía mientras lo decía, creo que eso es lo que más me molestaba, que disfrute tanto sacarme la ficha… “El día que te canses de provocar a la gente, vas a tener tu ultimo acto de provocación, me vas a pedir casamiento” sostuvo mientras agarraba un par de medias míos con cara de “me los llevo”.
Su ultima sentencia me dejo esperando, casi rogando, que se largue a llover, que llegue el diluvio, así este aire a angustia abandona mi cuarto…



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