Monday, March 16, 2009

Me Prometi tantas cosas.


Ni la terapia, ni los excesos, ni las camas prestadas, ni las largas caminatas, solo encuentro la paz frente al teclado, mirando fijo el monitor dejo caer las primeras letras sobre el procesador de texto y siento como el pecho lentamente se va liberando.

Debería hacerlo más seguido, quizás, pero me prometí no escribir sobre lo mismo, no repetirme en temas, como si tener la posibilidad de liberarme de mis angustias me hiciera obrar de tal manera que termino angustiado, total siempre queda el camino de escribir. La idea del eterno retorno.

Me prometí no volver a escribir sobre "Ella", la que retrocedió en sus palabras, la que me prometió todo, la que me lo fue dando en cuotas y un día, sin previo aviso, se interno en el silencio más cruel. Aquella que alimentaba mis llegadas tardes al trabajo manteniéndome al teléfono cuatro horas en la madrugada, la que inventaba palabras, la que en un beso te acariciaba el alma, la que se odiaba y eso la hacia más linda. Me prometí no volver a escribir sobre ella, pero me mentí.

También me mentí al decirme que no volvería a escribir sobre "Ella", aquella que no se anima a dar el paso adelante, la de los mensajes cifrados a la madrugada de un martes, la musa de tantas noches, la dueña de la luna, la bella solitaria, la de la mirada que dice todo.

Así me encuentro hoy, evitando escribir sobre lo que fue y no será, lo que puede ser y no se da. Así me encuentro hoy, mintiéndome, diciéndome que no me afecta ninguna de las dos situaciones, que puedo vivir sin dedicarles un párrafo más.

Podrán decir que vivo mintiéndome, la malo no seria mentirme, lo malo seria que me crea mis mentiras…



Les dejo una poesía, de un argentino nacido en 1956, poseedor del título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poetes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Se llama Luís Benítez, los invito a conocer su obra.



Dame una mentira enorme.

Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad
con su pisada grave y significativa,
que espante de mí los pájaros negros y los gusanos
que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo
y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí,
ser uno con la mujer y amarla sin destruirse.
Algo que dure un momento y venga de tus labios,
para que yo me esconda y los altivos y los necios no me vean.
Detrás de esos frágiles decorados vivirá feliz y pequeñito,
lejos del tedio y de los ojos que escrutan en la noche.
Sin miedo al silencio y a las fieras,
luego que la mentira fuese pronunciada,
como por un hechizo efímero correrían los talones del infortunio
y ni él, ni la miseria, pescarían ya nada en mis sentidos embotados.
La angustia del hombre ardería como bruja-fénix
y estos ojos y estas pobres manos que rezan sin llegar
al rabo de Dios en las alturas, arrojarían al suelo,
deshecho, el viejo corazón de la amargura,
contentos en su careta nueva.
Dame una mentira enorme,
que haga girar al revés el tiempo en los relojes
y arrúllame en ella,
hasta que en mis labios aparezca
la helada sonrisa del idiota.