Monday, July 12, 2010

De bailes y miradas...


Desde del regreso a casa al finalizar la noche del jueves, cuando un amigo me traía a casa, que pienso en el Club, sobretodo en algo que aprendí ahí, en una imagen que tengo guardada, de las pocas, de mis primeros años, con el poder de esas imágenes que marcan a fuego.

Recuerdo pocas cosas de la época del Club, de la época de la sociedad de fomento. Si recuerdo que pasábamos muchas horas allí, recuerdo algunos nombres, tengo algunas imágenes, cada tanto chequeo algunas de mis memorias con mi hermano o mi mama. Recuerdo a Juan Boleta, sentado siempre en la mesa más cercana al televisor, si bien si vivía puteando con mi abuelo Tito ambos reconocían un amigo en el otro. Recuerdo la mesa de tute pero no recuerdo las reglas, recuerdo rogarle al buffetero que prenda una luz de la cancha pero no recuerdo al buffetero en si. Me acuerdo que se jugaba a la quiniela, no recuerdo haber ido nunca a la agencia de quiniela.

Entre las cosas que recordé esa noche se encuentra el camino de ida al club, intente recordar el orden de las calles que caminábamos, Llavallol, Defensa, Congreso, o era Congreso, Defensa???, recordé el orden por la dirección de la ferretería de la esquina, vuelta a empezar. Llavallol, Congreso, Defensa, acá el recuerdo me trae perfume a flores, un vivero ocupaba casi toda la cuadra, Directorio, ahí la vereda se hacia mas chica por el puesto de diarios de la esquina, Los Andes, verdulería en la esquina y de la vereda de enfrente mi novia del Jardín. Al llegar a Actis se miraba bien antes de cruzar, porque había cinco esquinas y doblaba el 166, al llegar a Lainez el olor a pizza te llenaba los pulmones, por lo menos hasta Milán te duraba, porque en Gaona la “Chacra de Andrés” te llenaba de asado el alma. Después era cruzar “La Gaona”, pasar por la tienda de luces, por el aserradero, y entrar al club. A veces el viaje se hacia en una hamaca que se formaba agarrándose con una mano de Mama y con otra de Papa. A la vuelta, Mama cantaría junto a mi hermana, todo el camino, sal de ahí chivita, chivita.

El inicio al esfuerzo de recordar estas imágenes, estas sensaciones, esos olores de la época del club, se inicio cuando dos ojos se reposaron en los míos durante unos minutos, al compás de un ritmo contagioso, una noche de jueves como tantas otras. Porque si algo recordaba del club eran los momentos de baile, de fiesta, ahí donde vi a mi Tío Hugo bailar, al ritmo de Credence, con mi Tía Sandra, cruzándose en un sana competencia de baile con Mi Mama y mi Papa, con Carlitos Flores (la primer persona que vi comer flan con dulce de leche y crema) y su señora, porque en el club se sabían todas las peleas internas de las parejas pero a la hora del baile todo quedaba de lado, había respeto en las miradas que se cruzaban las parejas, había cuatro minutos de paz, cuatro minutos de sensualidad coordinada, el baile era el recuerdo de lo que había sido en algunos casos, de lo que seguirían siendo en otros. Porque no recuerdo no las reglas del Tute, porque no recuerdo la dirección exacta del Club, no recuerdo el año en que dejamos de ir, no recuerdos muchas cosas, pero si recuerdo los bailes, tengo presente la imagen de esas parejas perfectas durante cuatro minutos, y la sensación que prendió fuerte en mi, de que aprender a bailar era importantísimo a la hora de encontrar a la mujer con quien compartir el resto de los días.

El fin de semana siguió con el recuerdo latente de esos ojos, de ese cruce de miradas que duro minutos eternos, nadie sabrá que serán de esos cruces, si se mantendrán en el tiempo, pero ya me hicieron ir a un lugar de paz, ya me hicieron viajar a un lugar de felicidad, ya lograron en siete minutos lo que algunos ojos no lograran en toda una vida…ya me hicieron agradecer que existan…



Caigo de nuevo en recomendar a Gioconda Belli, pero como evitarlo, si la inspiración es una mujer, la poeta tambien.



LUCIÉRNAGAS



A las cinco de la tarde

Cuando el resplandor se queda sin brillo

Y el jardín se sumerge en el último hervor dorado del día

Oigo el grupo bullicioso de niños


Que salen a cazar luciérnagas.

Corriendo sobre el pasto

Se dispersan entre los arbustos,

Gritan su excitación, palpan su deslumbre

Se arma un círculo alrededor de la pequeña

Que muestra la encendida cuenca de sus manos

Titilando.


Antiguo oficio humano

Este de querer apagar la luz.


¿Te acordás de la última vez que creímos poder iluminar la noche?


El tiempo nos ha vaciado de fulgor.

Pero la oscuridad Sigue poblada de luciérnagas.


Thursday, July 01, 2010

De retrasos y trenes...

Tuvo que bajar corriendo las escaleras, sabia que estaba llegando tarde, siempre estaba llegando tarde a todo pensó, y se rió a carcajadas mientras buscaba algo de aire para seguir corriendo. Saco boleto, dijo su destino con el ultimo aliento que le quedaba, estaba seguro que el boletero había hecho un esfuerzo sobrehumano para entender que había dicho.

Parado en el anden, con las manos en los bolsillos, apoyado en una columna de las que sostienen el techo de la estación, miraba hacia la curva donde se empieza a ver el tren venir, miraba como haciendo fuerza para que aparezca la pesada formación.

Las estaciones iban quedando atrás, así como también, el día le daba paso a la noche, unos uruguayos cantan Sabor a mi y él busca unos monedas en sus bolsillos, intercambia unas sonrisas con el cantante y se sumerge de nuevo al mundo en movimiento que le devuelve una ventana astillada producto de algún piedrazo. Un vendedor enumera los beneficios del producto que esta ofreciendo, una madre se traba en una feroz lucha con su hijo para que este se quede sentado, y él piensa en cuantos minutos de atraso lleva ya.

Se baja del tren, camina por un anden que ya caminos cientos de veces, le vibra el bolsillo y lee que ella lo va a matar, él sonríe porque sabe que esas amenazas no suelen cumplirse. Cuatro, tres, dos, una cuadra, y solo queda doblar en la esquina, él sabe que al girar la vera a ella pisando hojas secas, jugando con un perro callejero al que ya habrá bautizado, o quizás solo este jugando en una rayuela imaginaria dando saltos en las baldosas, seguro se esta haciendo trampa. Después ella le dirá que tiene algo para el, pero tardara lo que se tarda en sacar dos libros, tres peines, un celular, dos pilas, una vincha y un cuaderno de su bolso-cartera. El regalo puede ser un volante que le pareció gracioso, dos poesías que le gustaron, o una bolsa de caramelos de los verdes.

Y al doblar, ella sonriéndole mientras mira en su muñeca un reloj imaginario, él agarrándole la muñeca le dará cuerda al reloj y le dirá que esta atrasando, que no se olvide de darle cuerda por las noches, se fundirán en risas y se olvidaran de la llegada tarde habitual de él. Después el ritual de abrazos, besos, y de negociar en que cine se esconderán a sumergirse en un mundo de noventa minutos.

Y al salir del cine comentaran la película, criticaran al director porque sus finales eran mejores, confesaran su amor por el actor principal o su deseo por la actriz, se celaran unos minutos, se olvidaran de los actores, y seguirán actuando su propia película, al fin y al cabo se trata de eso, de actuar, de imaginarse dentro de una película, que día a día vamos escribiendo, interpretando, y en donde él, hoy, decidió escribir que no le preocupan sus treinta por llegar ni que los veinte de ella no se terminen de alejar…



La poesía que les dejo hoy pertenece a Charles Baudelaire (1821-1867), escritor francés, fue para algunos la crítica y síntesis del Romanticismo, para otros el precursor del Simbolismo, y tal vez haya sido ambas cosas al mismo tiempo. Los críticos coinciden al señalar que formalmente abrió el camino de la poesía moderna. Les dejo Je n'ai pas oublié (Yo no he olvidado), con su traducción.



Je n'ai pas oublié...


Je n'ai pas oublié, voisine de la ville,
Notre blanche maison, petite mais tranquille;
Sa Pomone de plâtre et sa vieille Vénus
Dans un bosquet chétif cachant leurs membres nus,

Et le soleil, le soir, ruisselant et superbe,
Qui, derrière la vitre où se brisait sa gerbe
Semblait, grand oeil ouvert dans le ciel curieux,
Contempler nos dîners longs et silencieux,
Répandant largement ses beaux reflets de cierge
Sur la nappe frugale et les rideaux de serge.


Yo no he olvidado...


Yo no he olvidado, vecina a la ciudad,
Nuestra blanca morada, pequeña pero tranquila;
Su Pomona de yeso y su vieja Venus
En un bosquecillo insignificante ocultando sus miembros desnudos,

Y el sol, en la tarde, refulgente y soberbio,
Que, detrás del cristal en que se quebraba su gavilla,
Parecía, ojo inmenso abierto en el cielo curioso,
Contemplar vuestras cenas largas y silenciosas,
Derramando generosamente sus bellos reflejos de cirio
Sobre el mantel frugal y las cortinas de sarga.