Era una de esas charlas de sobremesa, una como tantas, se lanzaban humoradas, sentencias sublimes, recuerdos bochornosos, y no tanto. Fue un mediodía, que sin darnos cuenta se hizo tarde, y sin embargo, de puro gusto lo hicimos noche. Fue en esa jornada eterna, donde las anécdotas lubricadas por el néctar del alcohol se dejaban caer por la lengua, escapándose entre los dientes. Fue esa tarde, entre risas, que el padre de un amigo nos contó la historia del amor de su vida.
Entre todas las anécdotas y los detalles, entre todos los fantasmas del recuerdo invocados ese jornada eterna, hubo uno que merodeo mis siguientes días de manera recurrente. Creo recordarla con exactitud, cada silencio, cada gesto, cada mirada perdida, cada pausa ocasionada por la transportación mental a tiempos pasados. En un detalle nos detuvimos todos un instante, porque tenía que ver con la música, que es una de las pasiones que nos unía ese día, más allá de la comida.
No importaba que en el club nos hayamos enojado, poca importancia le dábamos a si esa semana habíamos hablado poco o mucho, si a ella le gustaba mi trabajo o si a mi me gustaba su carrera, los dos sabíamos que el día del baile, había un tema que íbamos a bailar juntos, y no cualquier tema, sino ese tema en particular. Nos comento eso, y quisimos saber que tema era, no recordaba el nombre, pero lo tarareo de manera sublime, y le sumo el dato de que era de John Paul Young, lo cual nos alcanzo para buscarlo rápidamente en la red.
Esa noche opte por irme caminando a mi casa, al fin y al cabo no son tantas cuadras, necesitaba caminar y pensar un poco. Así que salude a todos, ajuste mi bufanda, subí el cuello de mi campera, y me largue a caminar esas cuadras, me lance a pensar. Pensé a Mario esperando todo el baile que el Discjockey, casi convertido en el Dios del Amor a esa altura, revuelva entre sus discos y encuentre aquel que traía el tema que era la llave que abría la puerta, que daba al camino que terminaba en los brazos del amor de su vida. Pensé a Luisa practicando los pasos en la semana con sus amigas, a Mario escuchando el disco en su casa para practicar en que compás era conveniente confesar sus sentimientos.
Llegue a mi casa lleno de pensamientos, con la cara helada, pero con la certeza que me dejo la espera de Mario, la imagen de su espera estoica, toda una noche esperando por esos cuatro minutos junto al amor de su vida…
La recomendación de hoy nos lleva a Nicaragua, a la poesía modernista de ese querido país, Manuel Maldonado (1864-1945).
Y entonces fue
Muchas veces, Señor, yo te he buscado
donde quiera que hay luz, vida o ruido,
en el fanal del sol, siempre encendido,
y en la feraz vegetación del prado.
Te he buscado en el mar ronco y airado,
en el crujir del rayo enfurecido,
en la flor, en el céfiro, en el nido,
y en el rojo crepúsculo incendiado.
Pero una noche muda, solitaria
y fría como estepa de Siberia,
después de un gran dolor y una plegaria
en un establo lleno de miseria,
al fin te pude hallar dentro de mí mismo,
y entonces fue que se alumbró mi abismo.
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