Un instante en un domingo, una breve descripción de una concatenación de pensamientos y hechos.
Un cuaderno y una birome, un cuerpo reposando en un sillón, un escritorio que pide a gritos que lo ordene. Un encendedor que no se devolvió, una ventana a medio abrir, una vecina que le grita a su hijo que esta la comida. La batería de Bonham que no para de sonar, un disco de Cream, dos discos de Hendrix y uno de Billy Cobham hacen cola sobre el grabador, una publicidad en la televisión que vende la felicidad en sesiones de tres minutos de ejercicios a 220 watts. Pensamientos sobre un lejano viernes, sueños con los ojos abiertos que generan risa, el deseo imperioso de que haya mas Campari en la alacena. Recuerdos de una noche que empezó en Devoto, se traslado a Flores, se escapo a Ramos y amaneció en Castelar, una lista de llamadas sin responder, una llamada llena de alcohol a las ocho de la mañana que se atendió. Un reloj que no avanza, una ansiedad que crece, un dormir que nos gambetea. Un par de libros sin terminar, una foto que actúa de señalador, dos perros que le gritan a un botellero que compra chapas. El sueño de la casa con diez pinos, la necesidad de huir de la ciudad que tanto seduce y tanto asfixia, el anhelo de que alguien me acompañe el resto de mis días. Una remera que huele a noche de sábado, dos teléfonos sin agendar, unas conversaciones imposibles de recordar completas. Un hasta luego que se convirtió en adiós con el tiempo, un adiós que no se logra comprender…
La recomendación de hoy es José Martí (1853-1895), patriota y escritor cubano, apóstol de la independencia de Cuba. Como escritor Martí fue un precursor del modernismo iberoamericano. Se destacó por su estilo fluido, simple y sus vívidas imágenes personales.
Domingo Triste.
Las campanas, el sol, el cielo claro
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!
Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía!
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