Sunday, May 04, 2008

Les temps sont durs pour les rêveurs...

Hay momentos que solo necesito saber que existe, que recorre distancias, que respira, que dedica un minúsculo porcentaje de su existencia diaria en pensarme, a veces solo necesito saber que esta ahí, en su parte del mundo.
Claro esta, que siempre no es así, que hay días donde necesito que me abrace, días en los cuales necesito perderme en la inmensidad de su mirada, momentos donde necesito dejar de soñar un instante y vivir la experiencia de saber que uno ha encontrado parte de lo que anda buscando por la vida.
Momentos, sentimientos ingobernables, idas y venidas por la autopista de la rutina diaria. Saber que nunca un verso mío, tendrá la belleza de un verso de Gotan, saber que jamás un cuento mío, atrapara a los lectores como Casa Tomada, saberlo, sentirlo, confirmarlo diariamente, sin embargo, seguir intentándolo. Así siento la vida, con metas inalcanzables por momentos, pero si el techo no es alto, se vive pegado al suelo.
Comienzo de semana, la imagino desparramada en un asiento de un colectivo, mirando un rato el paisaje, de una ciudad que comienza a vivir su día, que le devuelve la ventanilla disfrazada de lente de cámara de cine. Avanzan las toneladas de metal, transportando a diferentes personas, diferentes destinos, colectivo lleno, lleno de miradas que transmiten poco, lleno de personas a las que le imagina los pensamientos, la imagino jugando a adivinar que escuchan los adolescentes a través de sus auriculares, extensiones de sus oídos, imagen del siglo XXI. La imagino de mil formas, juego a imaginarla, me visita en sueños y me despierto con una sonrisa, sueño con el día que pisemos hojas secas juntos…