Saturday, January 27, 2007

El tango se baila con ropa de perdición.



Nos sentamos en la mesa, con la exclusiva idea de mantenernos en silencio, mientras se desarrollaba el espectáculo. Teníamos mucho para decirnos, pero ninguno de los dos quería decir esa última frase, aquella que da por finalizada toda relación. Tanto nos unía, tanto, que nos asustábamos día a día, éramos chicos quizás, o quizás solo nos angustiaba el saber que ese era el fin, que no había mas búsqueda, justo a nosotros que nos vanagloriábamos de ser eternos buscadores.
Las luces se apagaron, y el quejido de un bandoneón lleno el salón de la confitería (como nos gustaba decir palabras que eran del tiempo de nuestro abuelos), las luces se reunieron alrededor de un estática pareja de baile. Ella, una morocha de pelo encerrado, en un tirante peinado con gomina, El, un hijo de inmigrantes alemanes, que había monopolizado sus ejercicios físicos en el área de la espalda. Se miraban extrañamente, permanecieron en una tensa calma por unos, interminables, segundos.
Al primer movimiento, de esos cuerpos, entendí porque el tango se baila con ropa de perdición, la tensión sexual que emanaba esa pareja inundo nuestra mesa. Nos acercamos en silencio, nuestros cuerpos se rozaron, se reconocieron, y la firma de la paz se dio en silencio. Me miraste, me lanzaste una de tus sonrisas, del millón de dólares, te respondí con una mueca de aprobación, y los dos nos dijimos, en una sola voz, “Solo hay que recurrir a palabras que mejoren el silencio…”

(Foto cedida por Agus)

Saturday, January 13, 2007

Buenos Aires.(recomendacion Amelia Biagioni)

Buenos Aires antiguo.
Buenos Aires bohemio.
Buenos Aires nostálgico.
Buenos Aires violento.
Buenos Aires turístico.
Buenos Aires despierto.
Buenos Aires intenso.
Buenos Aires visceral.
Buenos Aires prepotente.
Buenos Aires querido.
Buenos Aires melancólico.
Buenos Aires precoz.
Buenos Aires húmedo.
Buenos Aires multifacético.
Buenos Aires, todo eso y mucho más.
Ciudad misterio, cachetada amarga de pibe, con frió, pidiendo monedas para comer. De palabras, en idioma extranjero, oídas al pasar porque tenes solo diez minutos para almorzar. Es tango, pero espectáculo, que cada vez se parece menos al que bailaban nuestros abuelos, todo cambia pero. ¿Evoluciona? Yo no tengo esa respuesta. Buenos Aires tiene “un algo”, que hace que la ames y la odies a cada paso.
Hoy recomiendo a una poeta, fundamentalmente de lo existencial, Amelia Biagioni. La poetisa santafesina entra en el mundo de la poesía con Sonata de soledad, su primer poemario de 1954.
La escritora se traslada un día de su Gálvez natal a Buenos Aires. Una nostalgia que hasta puede tener sabor la envuelve sin llevarla a la desesperación. De la llanura santafesina al asfalto de la Capital. De la horizontalidad sosegada de su pueblo a la verticalidad por momentos asfixiante de la gran urbe.
Sin mas nada que agregar que un ejemplo del talento de esta dama, los dejo, hasta la proxima.

Torre del té

Sobre infinitos pisos y negocios,
bebo magia de té dorado.
El ventanal profundo está ofreciéndome
un abismo de pórtland delicado.

Con la liviana llave de esta altura
abro el sueño de la ciudad;
y en la tarde, los prismas angustiados
se disfuman en ancha suavidad.

Quizás son voladoras estas torres,
donde milagros se aposentan
entre palomas, torres donde viven
los que de la ternura se alimentan.

En el río, que acaso es lento beso,
mezo un barquito, y Dios, el día.
De una calle, o del rastro de mis ojos,
alzo la miniatura de un tranvía.

Y a ti te olvido, hombre diminuto
como un terroncito de fe,
porque temo que te arroje mi mano
al misterio de mi taza de té.

de La llave
(1957)